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Dentro del Congreso Internacional de Cultura Francófona y en el majestuoso auditorio del Palacio de la Audiencia de Soria, se interpretarán maravillosas arias de las óperas Louise de Charpentier («Depuis le jour»), Los Cuentos de Hoffmann de Offenbach («Elle a fui, la tourterelle!»), Romeo y Julieta de Gounod (Aria del veneno «Oh! Quel frisson court dans mes veines!»), Fausto de Gounod (Aria de las joyas «Ah ! je ris de me voir si belle»), Samson y Dalila de Saint Saëns («Mon coeur s’ouvre a ta voix») y Carmen de Bizet («Je dis que rien ne m’épouvante», Seguidilla y Habanera).

Intérpretes:

Estrella Cuello (Soprano)

Cuarteto Oreste Camarca:
Roberto González (Violín)
Sandra Melero (Viola)
Silvia Bermúdez (Violonchelo)
Estefanía Villanueva (Piano)

Notas al programa:

Louise es una ópera en cuatro actos con música y libreto en francés de Gustave Charpentier. Se ha indicado la posibilidad de que contribuyera al libreto el poeta Saint-Pol Roux, un poeta simbolista e inspiración de los surrealistas. Se estrenó el 2 de febrero de 1900 en la Ópera Comique de París.
La ópera intenta representar la vida de la clase trabajadora parisina, y a veces se la considera un temprano ejemplo francés de ópera verista. La verdadera estrella es la propia ciudad, en este trabajo tan atmosférico – invocado en varios puntos durante la ópera. Narra la historia del desgraciado amor entre Louise, una costurera que vive con sus padres en París y Julien, un joven artista. Es la historia del deseo de una joven muchacha por la libertad (relacionada en su mente con su amor y la ciudad de París).

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El Aria de las joyas o Air des bijoux en francés, es uno de los fragmentos más emblemáticos de la ópera Fausto de Gounod de 1859, en ella observamos cómo en el III acto, Marguerite se decanta por el joyero-que puso Mefistófeles- en vez del ramo que le había dejado Siebel, quién estaba enamorado de ella.
El guión es de Jules Barbier y de Michel Carre Fue notablemente interpretado sobre todo por María Callas. En Las Aventuras de Tintín de Hergé es el aria fétiche de la cantatriz Bianca Castafiore.
Las joyas representan la metamorfosis, aquella de una joven insegura de su belleza, en una mujer segura de si misma.
La aria está compuesta de tal manera que todo el protagonismo lo tiene la soprano con su voz. Es ella la que, además, tiene que mostrar esa alegría que le supone ver tanta joya junta y la alegría de sentirse, por un día, como una reina. Tras la canción del Rey de Thule, la cantante debe seguir adelante con el recitativo un poco exaltado porque es cuando encuentra el joyero y la llave para abrirlo. El valor escénico, a pesar de ser sencillo, -pues basta que esté extasiada ante las joyas- le exige que lleve adelante, con las coloraturas que canta ella, esa metamorfosis(Achevons la métamorphose). Es, sin duda, el momento estelar del rol de Marguerite, incluso más que el terceto final de la ópera.
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Los cuentos de Hoffmann (título original en francés, Les contes d’Hoffmann) es una óperaen tres actos, con prólogo y epílogo, música de Jacques Offenbach y libreto en francés de Jules Barbier. Se basa en una obra que el propio Barbier y Michel Carré habían escrito sobre cuentos de E. T. A. Hoffmann. El mismo Hoffmann es un personaje de la ópera, como él mismo hacía en muchas de sus historias.
En el aria que interpretaremos, Antonia uno de los tres amores de Hoffmann que morirán sucesivamente en la ópera, ha heredado de su madre su bella voz; sentada ante un clave, canta una triste canción: Elle a fui, la tourterelle – «Ha huido la tortolita». Crespel, su padre, entra y le recuerda su promesa de no cantar, pues padece tisis, que se agrava si canta. Antonia se marcha, después de renovar su promesa al padre.
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Si buscáramos una definición musical del arte de la seducción sería sin duda Mon Coeur s’ouvre á ta voix del Samson et Dalila del genio Camille Saint-Saëns, y es que con esta música el pobre Sansón nunca tendrá ni media oportunidad de salir indemne, sería muy difícil encontrar en la ópera una pieza más sensual y erótica.
La historia bíblica es conocida por todos, Sansón, héroe hebreo, que esconde en su melena el secreto de su hercúlea fuerza, cae en las manos de la filistea Dalila, quien le engaña cortando sus cabellos.
El compositor romántico francés, Camille Saint-Saëns, convierte esa historia en una gran ópera. Samson et Dalila es la única de sus óperas que se sigue representando frecuentemente y en parte es gracias a esta maravillosa escritura del segundo acto.
Dalila es probablemente, después de Carmen, el personaje más completo y más fascinante que ha dado la ópera francesa que gusta de confiar sus papeles protagonistas a la voz de mezzosoprano como Carmen, Charlotte, Saffo, Mignon o, la propia Dalila, elegidas para melodías suaves, sinuosas más propias para registros graves por sus posibilidades expresivas de lirismo sensual del cual Mon Coeur s’ouvre á ta voix es el paradigma.

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Carmen, la ópera de Georges Bizet nos cuenta un drama que tiene como fondo el mundo de la España meridional, desde ese punto de vista exótico que atraía tanto a toda Europa en la segunda mitad del XIX.
Contrabandistas, cigarreras, gitanos, corridas de toros y sangrientas pasiones que acaban con su protagonista muerta a manos de Don José.
La ópera es una obra maestra ya sea musicalmente, en la belleza de sus melodías e instrumentaciones de gran inspiración, como en la palabra, cantada o recitada, siendo sin duda uno de los mejores libretos de ópera de la historia, como en el perfecto dibujo musical de los personajes, sus interacciones y el clima que les rodea.
En 1872 la Opéra Comique de París encomendó a Bizet una ópera en tres actos, el libreto lo escribirían Henri Meilhac y Ludovic Halévy, no hay más noticias hasta la primavera de 1874 cuando el compositor asegura haber concluido el primer acto de Carmen, ¿cómo surgió la idea? realmente no sabemos nada cierto.
Durante los ensayos parece ser que hizo muchos arreglos, tuvo que añadir arias para los protagonistas, a petición de los cantantes, que no estaban en la partitura original así adaptó “El Arreglito” del compositor Sebastián Iradier para escribir la célebre Habanera de Carmen, el aria del tercer acto de Michaela fue reescrita de su incompleta Griselidis y escribió la famosa canción de entrada para el torero Escamillo.
Y digo “parece ser” porque tampoco hay nada cierto, la partitura original, que se consideró perdida durante bastante tiempo, sufrió con las múltiples adaptaciones, ya sean musicales o traducciones del libreto, recordamos que en la época las óperas se cantaban en la lengua del país donde se representaba, y sobre todo con las óperas cómicas no había ningún remilgo a la hora de efectuar cualquier cambio o corte.
Carmen se estrenó el 3 de marzo de 1875 en el Opéra-Comique de París, protagonizaron el estreno Celestina Galli-Marie como Carmen; Paul Lhérie, Don José; Marguerite Chapay en el papel de Micaela y Jacques Bouhy fue Escamillo.
Exactamente 3 meses después del estreno de Carmen, el 3 de junio de 1875, y con sólo 37 años el compositor
La historia de la ópera Carmen tiene lugar en Sevilla, hacia 1820, como protagonista una hermosa y provocativa gitana, Carmen, de la que se enamora perdidamente Don José, un cabo de la guardia.
Arrastrado por su amor incumple sus deberes como soldado, y acaba uniéndose a una banda de contrabandistas. Pero la atención de la gitana cambia hacia el torero Escamillo. Loco de celos, mientras el público aplaude la faena del torero, Don José matará a Carmen.
En Carmen los protagonistas se balancean, desde su pasión, caminando por el filo que separa el amor del precipicio de la muerte como si la única forma de amar fuera necesariamente el dolor ante la imposibilidad de poseerlo. Nada que ver con la figura romántica del amor incondicional, a expensas de intereses egoístas.
Esta genial obra rompe con la separación entre opéra comique y ópera seria, anticipa lo que será la corriente verista, eso pasó factura en su estreno, que escandalizó al público parisino, Geoges Bizet sufriría una gran desilusión que quizá, y sólo son suposiciones, contribuyó a su prematura muerte, que le impediría disfrutar del enorme éxito que desde su representación en Viena ese mismo año 1875, tendría su ópera Carmen , contando entre sus muchos admiradores con Richard Wagner, Friedrich Nietzsche, Pyotr Ilyich Tchaikovsky, Giacomo Puccini, Johannes Brahms o Sigmund Freud.
Todo este carácter de Carmen lo construye Bizet, una mezzosoprano, algo muy novedoso, alejada de cualquier vestigio sopranil de virtusismo virginal, su canto es fuerte y seguro, nunca sensiblero, ni siquiera refleja su amor, magistralmente las líneas de canto de Carmen y Don José, nunca se encuentran, sólo se chocan, se entorpecen, están destinados a no entenderse jamás.
Es obligación señalar que Bizet nunca visitó España. El ambiente creado por el autor en Carmen no resulta ser sólo un mero fondo sobre el que sucede la tragedia, sino que forma parte necesaria del drama.
Sería impensable situar a Carmen y Don José en otro mundo que no fuera esa Sevilla de cánticos y tabernas que Bizet plasma a la perfección con sus coros, sus bailes y ese extraordinario final dramatúrgicamente genial con el fondo de una corrida de toros con lo que tiene de macabro y festivo a la vez, sensual y crudo, libre y cautivo tal y como es la relación de la pareja protagonista, amor y odio, norte y sur, al fin y al cabo: hombre y mujer.